Lo que debía ser un vuelo tranquilo rumbo a Buenos Aires se convirtió en una experiencia inesperada para Álvaro Torres, un empresario madrileño de 41 años. Detenido en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, Álvaro fue interceptado por agentes de seguridad al pasar el control de aduanas con una pequeña maleta que contenía una colección de relojes de alta gama.

Entre las piezas se encontraban modelos exclusivos de marcas como Patek Philippe, Rolex, Audemars Piguet y Richard Mille. La colección, valorada preliminarmente en más de 200.000 euros, levantó sospechas por su valor y por la falta de documentación visible en ese momento.

Según fuentes del aeropuerto, el procedimiento fue el habitual: ante artículos de alto valor no declarados, se activa el protocolo de inspección y, si es necesario, la detención preventiva para aclarar el origen de los bienes.
«Nos sorprendió que un pasajero llevase tantos relojes de lujo sin declarar. Es poco común», explicó un portavoz.

Álvaro fue trasladado a dependencias de la Guardia Civil del aeropuerto, donde pasó varias horas respondiendo preguntas. Aunque se mostró colaborador en todo momento, no llevaba en mano los documentos que probaban la procedencia legal de las piezas.

El caso generó cierta confusión, y durante días se mantuvo en revisión judicial. Sin embargo, tras presentar los papeles correspondientes a través de su abogado, la historia dio un giro inesperado: los relojes formaban parte de una herencia que Álvaro había recibido meses antes del fallecimiento de su tío abuelo, un coleccionista reconocido en el norte de España.

«Mi tío era un apasionado de la relojería suiza. Me dejó su colección con instrucciones claras de conservarla o venderla si lo consideraba necesario», explicó Álvaro a un medio local tras ser absuelto de cualquier cargo.
Además, aportó el testamento notarial, registros de propiedad de los relojes y una declaración de bienes presentada ante Hacienda.

La justicia concluyó que no existía intención de evasión fiscal ni tráfico de bienes, y que todo se trató de un malentendido por falta de documentación en el momento del viaje.

El caso dejó una reflexión clara: viajar con artículos de gran valor requiere una preparación legal adecuada, incluso si se trata de objetos personales heredados.
«Lo volvería a hacer, pero esta vez con todo en regla. Fue una lección valiosa», reconoció el propio Álvaro.

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